jueves, 10 de noviembre de 2011

FRASES CÉLEBRES QUE SE DICEN EN EL MUNDO IV





Corría el verano del 2008 y la canícula estaba haciendo lo que mejor sabe hacer: dar la brasa. Llevaba escasas semanas trabajando de bombero, como se dice por aquí: "en el rengle". Suena la alarma: "auxili persona". Los mandos nos dicen que se trata de una mujer con obesidad mórbida... eso es lo que sabemos. En bomberos la mayor de las veces la información es harto confusa y pocas veces se sabe claramente a qué se va. En ocasiones cantan "foc pis" y sale toda la dotación: tanque ligero, escalera, tanque pesado y ambulancia. Unas dieciséis personitas en total. Se lia un pollo que pá qué te cuento. Todo un espectáculo de luz y de sonido circulando a toda hostia por Barcino... parece ser que los vecinos han visto  salir humo por una ventana en el patio de luces... llegas, comienzas a montar toda la instalación y algún compañero que ya ha subido arriba dice: parar la instalación, falsa alarma o algo por el estilo... "era el humillo de una radial o de alguna herramienta". Esto, aunque suene cómico  no es nada anormal en este trabajo, pasa muchas, muchísimas veces. Aunque soy de los que piensan que mejor prevenir que curar, así que si hay que salir todos pues de sale que para eso estamos...
Vamos al asunto de Sagunto o al tema de Ipanema. El caporal dice que salgan unos cuantos jóvenes ya que al parecer nos requiere un médico del SEM para bajar a una persona bastante voluminosa. Salimos un ligero y una ambulancia, siete personas. El lugar de actos está muy cerca del parque, en Sant Andreu, así que no demoramos más que un par de minutos. Acababa de empezar a trabajar y cualquier servicio me lo tomaba como la más absoluta aventura, por que así lo era. En este curro cuando menos te lo espera salta la liebre.
Subimos al piso, un segundo, y entramos. Allí había más gente que en el camarote de los Hermanos Marx: los del SEM, la Guàrdia Urbana, los familiares, los vecinos pipas y ahora para más INRI, Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum, nosotros. Vamos a la habitación, dónde estaba la señora postrada en la cama. Dada mi inexperiencia y con la cantidad de gente que había allí me quedo en un segundo plano obervando y aprendiendo. Al traspasar mi vista el umbral del marco de la puerta aluciné, sí sí a-lu-ci-né. En la cama yacía una señora de cerca de 200 kilos con una forma difícilmente definible. Nunca había visto a alguien así, sólo alguna vez en esos programas sensacionalistas que dan en la tele y que cuentan casos rocambolescos sobre personas con este tipo de enfermedad. Pues sí, era cierto lo que contaban, no eran tan sensacionalistas. La mujer era enorme y casi no dejaba hueco en la cama de matrimonio. Al llegar el Caporal de bomberos el médico del SEM le comenta que hay que llevar a esa mujer al hospital sí o sí, no se puede quedar en casa por que hay riesgo inminente de que le pase cualquier cosa, satura muy bajo. Ahora comienza la película...
La mujer la llamaremos Herminia y debe tener alrededor de sesenta años. Está bien cuidada y no está muy ulcerada, cosa que suele pasar con este tipo de enfermos que tienen una movilidad tan reducida. Tiene una especie de demencia senil que le hace estár más "pallí" que "paquí", aspecto que dificulta aún más todo el servicio. Se decide intentar convencerla para que coopere y que ayude un poco a ponerla en pie. Los compañeros que se encuentran dentro de la habitación se turnan infructuosamente en la árdua tarea de intentar convencerla para que coopere. Herminia no escucha nada, está absorta en sus pensamientos y se mueve menos que Epi y Blas en una cama de velcro. Tras varios intentos fallidos, y ante la imposibilidad de moverla por las buenas no queda otra que intentar movilizarla un poco "a la fuerza". Esto quiere decir movilizando a Herminia entre todos. Era una tarea más difícil que sacarle un seguro todo riesgo al coche fantástico. Está tirada en la cama y debido a la enfermedad no tiene un forma muy definida, las carnes están sueltas y sin ninguna consistencia. Cuando puse mi mano en una de sus pantorrillas, su pantorilla literalmente se comió mi mano, desapareció. Flipé. No se podía ejercer fuerza para movilizarla por que la cantidad de grasa era tal que no había una base para asentarte. Era una situación algo incómoda ya que si no la tratabas bruscamente no la movías. No-había-tu-tía. O a la fuerza o se quedaba en la cama. A todo esto comentar que cuando se apretaba para moverla un poco ella plañía sobremanera y se quejaba ostentosamente.
Por fin, se logró ponerla en pie apoyándola en su andarín. El bombero que estaba delante de ella, que iba cambiando según la posición, iba hablándole, aunque ella daba pocos síntomas de entender nada. Aparecía y desaparecía. I´m here, I´m not here. Como no colaboraba en nada y se negaba en redondo a ir al hospital (esto se lo explicaban reiteradamente los que se iban turnando en la posición delantera) se le dijo que tenía que moverse hasta el sofa (un engaño, claramente). Así que step by step, iba avanzando sorteando las trampas geográficas de la habitación: la esquina de la cama, la mesita de noche, la cómoda, la otra esquina... A todo esto yo estaba situado justo a la salida de la habitación, detrás del marco de la puerta. Así fue que cuando llegó con un bombero por lado y su andarín a la puerta se encontró con moi. Creo que fue la primera vez que sentí la responsabilidad en bomberos. Al llegar a la puerta Herminia no podía pasar con nadie más, de hecho pasaba el andarín y ella más apretados que los tornillos de un submarino (y cuando digo apretado me refiero a que para pasar la puerta hubo que embutir, embutir y embutir, sus carnes y apretarlas contra el marco entre varias personas). Tal que así me vi situado justo delante de ella y con la misión de guiarla hasta la calle, aunque ella pensara que era hasta el sofá. Dentro de su demencia se había negado rotundamente a ir al hospital. Así delante de ella, con mis manos agarrando el andarín le iba hablando y diciéndole que tenía que moverse y colaborar un poquito y que si patatín que si patatán (y varias personitas más haciendo el aguante lateral). Avanzábamos muy lentamente. Llegados al siguiente marco, el que lindaba con la sala de estar donde estaba el sofá, tocó repetir la Operación Embuti. No había otra. Pasado el marco se presentó un momento crítico: Herminia tenía muy claro dónde estaba el sofá y dónde tenía que ir. Así que pasado el marco hizo el amago de girar para allí, el caporal me miró y me dijo, con una mirada, que ni hablar que para la puta calle. Me quedó clarinete. Así que aprentándola de nuevo y haciéndole el mejor brashwain  del que era capaz logré salvar el sofa y enfilar hacia la calle. A todo esto yo le hablaba y le hablaba, qué debería pensar ella es todo un misterio... Llegados a la puerta de la casa, con toda la parafernalia que estáis imaginando, se tiene que decidir si se baja por la escalera o si se procura "meter" o embutir en el ascensor. Se opta por la segunda de a bordo. Ascensor (excurso: en esta faena se tiene que improvisar mucho y en ocasiones la salidas no son nada fáciles u obvias. Me han comentado muchos veteranos que en ocasiones para poder sacar a personas de este tamaño no ha quedado otra que reventar puertas y ventanas, y eso es un circo que para qué te cuento. Colocar a una persona tan pesada en la camilla del camión escalera "no mola", más que nada por que sólo ella ya tiene el peso de todo lo que puede soportar la cesta...)
Llegados al replano, de un segundo,  y se barajaban dos opciones: 1) bajarla por las escaleras, lo que iba a suponer echar más horas que un saco de relojes o 2) intentar bajarla en el ascensor (si era posible claro). Se optó por la segunda, así que encauzamos el camino hacia el mismo. Picamos, viene, abrimos. Ahí no cabemos, ahí no cabemos, ahí no cabemos. Tiene que caber, tiene que caber, tiene que caber. Vamos a probar. Claro es que para entrar no iba a poder hacerlo con el andarín y que un par de tíos tenían que estar ahí aguantándola para que no cayera por que ella por si sola no era capaz (a todo esto seguía hablándole y explicándole lo que íbamos a hacer sin que ella prestara demasiada atención).  Le quitan el andarín y a mí me toca coger sus enormes, inmensos, inasibles e inconmensurables brazos y pasármelos por detrás de mi cuello cual bailando una canción lenta en el Apocalypse de la calle Lepanto de principios de los años noventa (aquéllos que ibas a la discoteca el viernes y sábado tarde, repartiendo hormonas y testosterona, y esperabas a que tocaran las lentas para decirle algo, después de mucho pensártelo y cagarte vivo, a una piba que siempre después tenía que ir al podólogo del estropicio que le habías hecho en los "pieses")  Así que me encontré con Herminia realmente cara a cara. Sus brazos rodeándome y yo intentado soportar todo el peso que podía. Entramos tres al ascensor: Herminia, el Isma justo por la parte de atrás y yo por delante. Vamos para adentro... entra el Isma, y cuando llega Herminia de nuevo tocaba embutir, pero esto vez a base de bien. Sólo recuerdo girar la cabeza para abajo, ya que estaba preso en sus brazos, y ver a otro de mis compañeros, Alcaine, intentando hacer que entrara en el ascensor. No quedaba otra, nos pareció la opción más agible. Así que tras varios acoples entramos los tres. Ni el gran Houdini. El Isma, un bigardo de más de noventa kilos, Herminia una mujer de cerca de doscientos y el menda con sus cerca de noventa. No echéis las cuentas por que no salen. Recé al Dios de los ascensores, Ascensorion hijo de Poseydon, para que no le diera por pararse por que si no nos íbamos a ver en un follón que no sabíamos annnnnnnnnnnde nos habíamos metío. Escuchó las plegarias y todo salió bien, llegamos abajo.
Herminia seguía en su mundo, absorta y quejándose de cuando en vez. Así llegamos al portal donde nos esperaba la camilla de la ambulancia que debería trasladarla al hospital. Salimos los tres, y cuando fuimos a girarla para situarla en la camilla me soltó una frase que nunca olviodaré: JOVEN, NO LLEVO BRAGAS Y SE ME VAN A VER LAS VERGÜENZAS. Flipé, fue un golpe de ultrarealidad. Zas. Herminia que había estado todo el rato como en trance y quejándose con lamentos monosilábicos me espeta esa frase mirándome a la cara y sin titubear. Me quedé de piedra Pómez. Aún así le contesté: no te preocupes Herminia que ahora te pongo una mantita para que no se te vea nada, ya puedes estar tranquila... ¿Dónde está la línea que separa la cordura de la locura? ¿existe realmente? Parecía que ella no era muy consciente de muchas cosas de las que hacíamos, pero me quedó claro que estaba muy equivocado cuando reaccionó de esa manera, por otro lado tan típica de las personas de esa generación (los que tengan abuelas o madres de esa época seguro que alguna vez han oído eso de ir bien limpito, con los gallumbicos recién cambiados. No vaya a ser que te pase algo y tengas que ir al médico con la marca de un frenazo, uy por Dios qué vergüenza... ;)
Así que sin más, la pusimos en la camilla y salió directamente para el hospital. Mucha suerte Herminia, y gracias por la lección que me diste. ¿Quienes son los locos? ¿Alguien cuerdo se atrevería a responder?

4 comentarios:

  1. ¡¡¡¡Siempre fui lök@!!!!

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  2. Uf!! Muy bueno tío!!
    La reflexión sublime.Ésta es una de las anécdotas que más me ha molao. Me ha hecho reír y pensar.
    El blog muy bien nennnng!! jjejej Saludicos!!

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  3. lo que admiro Fran es como tú, un ser observador, te diste cuenta de las cualidades de aquella pobre señora, una de ellas que aun podía andar.. algo en lo que no había pensado el médico.. ;)

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  4. Qué te voy a contar a ti que no sepas ya del mundo de las emergencias, médicas y no... ;) Se sabe algo de las opos o qué??

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