Décimosexta entrega de la
serie, y, como no, again en bomberos. Cantera inagotable de recursos literario/vivenciales.
Una guardia muy loca la que
estábamos sufriendo, y en las guardias locas al final acaban sucediendo cosas
muy extrañas, más extrañas que una gallina con hombros.
Pasando la tarde con la
ambulancia en el parque de Sant Andreu nos activan para cubrir un intento de
suicidio en el barrio de la Verneda.
Piso 14, mujer de 50 años con problemas psiquiátricos etcétera etcétera. Vamoavé qué es lo que pasa por que en estos
casos uno nunca sabe.
Después de algunos
problemas con la puerta (estaba trabada) logramos abrirla sin desmontar nada y
accedemos al piso. Al ser una paciente con problemas psiquiátricos deberíamos
haber dejado que entrara la policía antes (siempre hay una patrulla de Guardia
Urbana o de Mossos d´Esquadra cuando entramos a un domicilio) pero por esas
cosas del ansía que tenemos los bomberos entramos nosotros, què hi farem. Nada
más entrar había una especie de palo/telar colgado de la pared así que lo pillé
y me lo puse delante por si por si por si por si acaso (cuando te metes en un
piso de una persona con problemas psiquiátricos la probabilidad de que tengas
un sustico es bastante alta. Suto o muete. Desde que te ataquen con algo hasta
lo que te quieras imaginar, feel free). Así que empezamos a buscar por las
habitaciones: ¡!!!hola, somos los bomberos hay alguien aquí…!!!!
Y buscando, buscando
encuentras. Menos Picasso que el encontraba sin buscar según el mismo dijo.
En una de las habitaciones
nos topamos con la mujer tirada en la cama, dormida o inconsciente (aún no
sabíamos) con un montón de pastillas en la boca y el blíster pegado a la misma.
Entramos a la habitación
Matiu, el enfermero, Nolla y yo. Acciono la luz y no funciona, sólo teníamos las luces de nuestras linternas para darle un
aspecto mucho más tétrico a toda la situación que estaba por venir.
Matiu se acerca a la
paciente, completamente inerte en la cama, la va a tocar para evaluar su estado
y justo cuando la toca ¡zasca! se despierta y empieza a romper el blíster y a
comerse pastillas como una loca. Matiu le intenta quitar el blíster de la boca
y esta se revela y pega un salto de la cama a lo niña del exorcista. Se pone
ultra violenta, se convierte en el demonio de Tasmania y empieza a soltar las primeras frases
célebres: SOIS unos DEMONIOS Y OS VOY A MATAR A TODOS HIJOS DE PUTA. La
situación se pone más tensa que el arco de Orzowei porque estaba alteradísima y todo ocurre muy
rápido y casi a oscuras. El nivel de energía y la enajenación que gastaba la
piba era a-lu-ci-nan-te. Matiu se acerca para hablarle y ésta le mete un
fostión como el que Ruiz Mateos le cascó
a Boyer, el archiconocido “que te pego leeeeeeche”. Un golpe que le impacta en
el ojo y le araña en el labio superior. Le mete el pepinazo, salta para atrás y
se pone en guardia de boxeo. Y espeta: ¡OS REVIENTO HIJOS DE PUTA!
Ojo con la piba que tenía
más fuerza que la mordida de un epiléptico. Todo esto pasa en una fracción de
segundo. Ella empieza a mirar fijamente la cama y nosotros rápidamente echamos
un ojo a ver si va a dar la puta casualidad que tiene un cuchillo, una navaja
oun punzón taleguero porque entonces eso acaba peor que la matanza de Texas. Si
agarra un cuchillo nos convierte en casquería. Durante todo el proceso no
paraba de repetir: sois el demonio y os voy a matar, cabrones, hijos de puta,
completamente enajenada (en otras ocasiones se presenta una ventana de
actuación donde puedes intentar hablar con la persona para que no sea todo tan
traumático pero aquí ni por asomo, no way). Así que en una esquina de la
habitación entre una mesita de noche y la cama, en posición de guardia
pugilística y soltando veneno por la mui
poco o nada podemos hacer nosotros (aparte que enfrentarnos con ella
físicamente no es nuestra faena, ni ganas). Como el comedor estaba lleno de
polis pues nos miramos, nos apartamos y les dejamos paso para que la redujeran.
Bueno, la redujeran o la intentaran reducir porque fue verlos entrar y se puso
aún más loca, si cabía. Entraron 3 maderos, dos de ellos tamaño XL y el tercero
no era pequeño. Al ver a la piba se pensaron que iba a ser fácil y entraron
suaveeeeeemente como dice la canción, pero cuando empezó a pegar hostias como
panes se tuvieron que emplear a fondo fondísimo. Pim, pam, pim, pam, pim, pam
pum bocadillo de atún con mercurio. Yo creo que dejas a la piba en el Coliseo
con Bruce y Chuck y les mete a los dos. No había manera de pillarla y les costó
sudor y lágrimas poderla tirar a la cama y esposarla con las manos detrás. En
esa postura harto incómoda y dolorosa, ella con las esposas y uno de los policías con la rodilla en la espalda,
aún seguía moviéndose como un animal y no frenaba para nada el frenesí que la
poseía. Estábamos asustados por que no le diera un jamacuco de tanta
intensidad.
Continuaban los improperios
continuos, ahora contra los policías que la sujetaban: ¡DEMONIOS HIJOS DE PUTA
VUESTRAS MADRES SE VAN A MORIR EN POCOS MESES! ¡OS FALTAN COJONES CABRONES!!
¡OS REVIENTOOOOOO!Ojito, ojete lo que llegaba a soltar por el boquino. Los
maderos sudando a saco porque entre el calor que hacía, la lucha fratricida y
los chalecos antibalas estaban más calientes que los asientos del transbordador
Challenger. Yo creo que si nosotros no estamos allí la ponen fina…
Matiu empezó a
administrarle la dosis normal de calmantes en estos casos (vía nasal), pero era
tal la fuerza y enajenación de esa mujer (no sé de dónde coño le venía pero no
he visto algo así en mi vida y lo único que encontramos en la habita era
marihuana) que la primera dosis le hizo cosquillas. Seguía bregando y bregando,
girando la cabeza e intentado escupir a
los polis… Otra dosis más. Hizo efecto? No lo sé, pero no lo parecía, en serio.
Nolla y yo nos mirábamos y no salíamos de nuestro asombro.
Llegó otra ambulancia del
SEM para su traslado. Había más peña en esa casa que en el camarote de los
hermanos Marx. Tarea difícil trasladarla si no se le sedaba más porque seguía
más excitada que un cura en un colegio. Así que le pusieron otro calmante esta
vez intramuscular. Pues incluso con ese,
el tercero o cuarto no se relajó del todo y hubo que atarla fuertemente a la
silla para poder bajarla a la calle.
Ya en el rellano se la puso
en la camilla del SEM y se le ató a la misma porque aún luchaba y maldecía. IMPRESIONANTE.
En mi vida he visto a un
ser humano manejar semejante nivel de energía, negativa en este caso, como a
esa mujer. De dónde le venía, je ne sais pas.
Salut i fins la propera
frase célebre.
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