martes, 25 de octubre de 2011

CRÓNICAS COLOMBIANAS I

La Medellín nocturna

Buenas companys!!! Escribiendo, con retraso para variar, desde Colombia la tierra de mucho más que el narcotráfico, las FARC y la violencia por mucho que nos lo quieran hacer creer (nos están meando y dicen que está lloviendo...)
Como reza uno de los eslóganes del gobierno colombiano: "Bienvenidos a Colombia, donde el único problema es quedarse".
Cuatro datos básicos: 46 millones de habitantes, algo más de un millón de kilómetros cuadrados, 1’141.748 Km2 (el doble que España) y moneda llamada Peso Colombiano que se cambia a 2700 por cada euro, plus minusve. Cerca de 3000 si es a través del cajero.

El viaje barcelona-bogotá-medellín tuvo emoción hasta el final. Retrasado en la llegada a Bogotá, faltó muy poquito para que perdiera el enlace ya que tuve que facturar las maletas de nuevo en la capital colombiana; cosa que no entraba en el plan inicial. Por lo demás todo bien; aunque las maletas llegaron al día siguiente. Nunca es tarde si la dicha es buena. Además el reencuentro con mi hermano y mi cuñada, después de un par de años, siempre hace ilusión.
Llegada a Medellín, la archiconocida ciudad colombiana. Urbe que en el imaginario colectivo occidental aparece intrínsecamente ligada al Cártel de Medellín; a Pablo Escobar y a los sicarios. Y en mi imaginario individual la ciudad donde vive mi hermano y mi cuñada. Así que pretexto perfecto para empezar aquí el viaje. Comienza la fiesta...

Me cuentan los locales que esta ciudad ha sufrido unos cambios impresionantes en los últimos ocho o nueve años, reduciendo sobremanera su índice de criminalidad. La gente te comenta orgullosa el cambio de rumbo y como las actitudes no son las mismas (es cierto, te pegas un viaje en el metro y alucinas lo limpio que está todo. Curiosamente a este comportamiento lo llaman "Cultura metro"). Delincuencia sigue habiendo, of course, y sin profundizar mucho en el tema, pero nada que ver con el mito de los sicarios pegando tiros sin ton ni son (el que esté interesado que visione el filme "La vírgen de los sicarios"). Al parecer los dos o tres ùltimos gobiernos, y a través de unas fuertes políticas sociales, han conseguido cambiarle la cara a la ciudad. Una buena red de metro y lo màs impresionante, un par de "metrocables", dan buena cuenta de ello.
El "metrocable" es un teleférico igual al que tenemos en Motjûich. Éste atraviesa, por encima, a escasos metros todos los depauperados barrios de la urbe. Es impresionante sobrevolar toda la montaña de construcciones precarias, casi puedes ver la tele de la peña. Todas estos barrios se llaman "invasiones" y es un auténtico espectáculo. Para bien o para mal, pero es un espectáculo. No son diferentes a los de Lima u otras ciudadades sudaméricanas pero la ventaja aquí es el vuelo con ojo de halcón que te pegas por el simple billete de metro (medio euro). Puedes bajar en las varias paradas que hay y darte una vuelta por las "fabelas", preferiblemente de día, ajajajajajajajaj

La división política de esta ciudad, y esto es común en toda Colombia, también es muy interesante. Toda ella esta dividida en estratos: desde el 1 hasta el 6. El 1 es el más pobre, el cual lo forman todos estos barrios que he comentado más arriba. Cada estrato paga los servicios según la catalogación de la zona. El agua, gas, luz y todos los impuestos son proporcionales al estrato en el que resides. Sería como una especie de impuestos progresivos según zonas. Claro que también tiene sus contras, ya que a la hora de ir a buscar trabajo no es lo mismo decir que vives en el estrato 1 que en el estrato 6...


Suburbios de Medellín



No pienso desmentir el conocido rumor que versa sobre la belleza de las mujeres Medellinenses (paisas es el gentilicio que se utiliza para la gente del departamento de Antioquia). Tal cual. Se salen por la parte de arriba de la tabla. Así que queda todo dicho. A buen entendedor pocas palabras bastan.

Es muy bonito, y vergonzoso, llegar a la casa de tu hermanito y cuñadita y a los pocos días echar la pota en toda la cama. Triste pero cierto (al más puro estilo Bukowskiano o Henrymilleriano)... Total, que me voy de fiesta con Hernán, el sobrino de mi cuñada, y un par de amigas suyas. Aquí se bebe un alcohol denominado "aguardiente" que tiene alrededor de 30 grados. Sabor anisado y muy suave, entra solo. Ese el problema que no te das cuenta de que te estás preparando en el estómago una auténtica bomba de relojería (es lo más aparecido a pillar una trufa con "anís del mono"). Se piden unas botellas de medio o cuarto que se sirven con vasos de chupito y vasos de agua con hielo. Vas escanciando chupitos y vas tomando. El problema fue que como acababa de llegar aún no tenía muy bien regulado el tema de las comidas y llevaba sin comer desde la mañana. Y yo que soy muy chulito llenaba los vasos hasta el borde. Copas, risas y vas privando. Llegado el momento (ya de madrugada) se me giró la pinza, eso creo por que a partir de cierto momento no recuerdo ya nada, y desaparecí a la francesa (au revoir). Salí del garito en el que estábamos y supuestamente cogí un taxi, supuestamente por que no me acuerdo, y me fui a casa de mi hermano. Todavía me pregunto cómo pude acordarme de la dirección de casa ya que aquí las direcciones son harto complicadas, alfanuméricas y de varios componentes... Llego a casa sin saber cómo, y me levanto a las once con las consecuencias que mencioné antes y que me avergûenza repetir.
Para más INRI, había quedado con una chica de una ONG, que dirige la hermana de mi cuñada, y al levantarme con una trufa descomunal no pude ir y ni siquiera avisar por que en casa estaban cambiando la línea de teléfono y no me daba tono. TRUFÓN DEL COPÓN. Han pasado tres semanas y aún no he vuelto a probar el puto "guaro" de los cojones.
La resaca, aquí llamada metafóricamente "guayabo" por la dureza de la madera de este árbol trópical, es asquerosamente asquerosa.

Algunas particularidades y freackadas a destacar: 1) en las carnicerías hay taburetes para esperar, dando la sensación que has pedido un café en lugar de un kilo y medio de filetes...

2) la gasolina está a unos dos euros y medio el galón

3) la calle está plagada de "vendedores de minutos". Es gente que tiene un par de móviles encima y les pagas por cada minuto de móvil que consumes. Te marcan el número que quieres y a platicar. Deme un minutico por favor... Hay millares por doquier y es realmente asequible llamar desde ellos. Muy muy curioso.

4) Aquí no existe el "muchas gracias". Los vendedores te despachan con el archiconocido "con mucho gusto".

5) Aquí las motos están obligadas a llevar el número de la matrícula en el casco y en un chaleco reflectante, dando una apariencia de policías (impactante hasta que no te acostumbras) Por todo el tema de los sicarios, los robos y tal y tal. Incluso hubo un tiempo que estaba prohibido circular dos varones en una misma moto. Dos varones, pero no varón y fémina. Así que burlaban la viglancia con coletas postizas...


Después de disfrutar de la compañía de la familia, y de dedicir para dónde coño marchaba, salí raudo y dispuesto a iniciar mi periplo por el eje cafetero colombiano. Destino: Salento, un pequeño pueblo de montaña de lo más encantador (a la gente de ses bancs: si veis al "parsero" decirle que pasé por su pueblo "anserma" de Caldas, aunque no pude parar)

En salento conocí a Deepheksa, una chica anglo-india que lleva un añito de viaje mundial, con la que comparto aventuras desde entonces. Encantadora...

Os cuento en el siguiente.

 









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