martes, 25 de octubre de 2011

CRÓNICAS ETÍOPES V

Bet Giyorgis, la joya de la corona de Lalibela

 … en Gonder dejé la última crónica y desde aquí parto solo, de nuevo, para Axum. La tierra de la civilización aksumita y de la Reina de Saba. La teoría local cree que fue la capital del reino de la Reina de Saba en el s. X ac. Quizás más fantasía que realidad, en todo caso la tierra de una egregia civilización que comenzó su dominio alrededor del 400 ac.
Destacan los monolitos funerarios, unas impresionante piedras de hasta 33 metros. Ésta, la más alta, colapsó tiempo ha, y ahí está partida y tirada en el suelo. El más alto en pie es el monolito romano con 24,6 m y que Mussolini se llevó para Italia (cosas que tienen los dictadores mira, lo quieren todo para ellos. Hay una interesante historia sobre todo este asunto...).

Como en gran cantidad de pueblos por los que paso, en Axum también hay un inmenso árbol donde todo el mundo se parapeta. A quien a buen árbol se arrima buena sobre le cobija; y esto en áfrica es una verdad como un templo. Argumento apodíctico. Me vuelve a recordar a “Ébano” de Kapuscinsky y a las obras del antropólogo Nigel Barley, con todas esas historias a la sombra de los grandes baobabs en las regiones del prístino continente. 

Se están celebrando todas las fiestas de la Semana Santa ortodoxa y estoy triunfando como la coca-cola al poder presenciarlo. Como siempre la religión, la religión omnipresente allí donde vayas.

Es época de “fasting”. Durante dos meses no pueden probar la carne. Sólo comen ingera con algunas salsas y vegetales. Perfecto para comentar el tema gastronómico, que siendo redundante, se limita en demasía a ingera, ingera, ingera y más ingera (o injera o de mil maneras más lo he visto escrito por ahí). Es una masa esponjosa, en forma de torta redonda de medio centímetro de grosor, que se elabora a partir de un cereal que única y exclusivamente se cultiva en Etiopía: el tef. Se sirve en un plato redondo, muy grande, con el ingera de base y encima diferentes posibilidades: salsas, vegetales, carne troceada... Se come con la mano derecha (ya que la mano izquierda como en tantos países, sirve entre otras cosas para limpiarse el ojal, y no vaya a ser que el ingera venga con “nutella”) y vas troceando y pillando sustento. Para que voy a engañarme, “engañaoooo” como dirían los estibadores barcelonenes, !me encanta comer con las manos! Aquí me lo paso en grande y como pertenezco al club de los grandes omnívoros el ingera me gusta. Me estoy “jartando”. Cuando lo comes en comunidad es típico que alguien te dé de comer. Un par de veces almenos. Si la tía está buena, cosa que ya me ha pasado, !!no vale relamerle los dedos!! (eeeeeeeeeeeeeh, negraza dame el teléfono de tu ginecólogo que le voy a chupar los dedos... toque de humor obrero).

De Aksum o Axum para Mekele. Aquí, ciudad universitaria, mucha interRelación con l@s locales. Muy bien Mekele, muy bien. Grata estancia. Lo peor: salgo durante el antelucano y nada más abandonar el hotel, con todos los bártulos a cuestas, meto el pie en un “bujero” y me trincho el tobillo. Al instante se me puso como un pez globo. En fin, problemas del pavimentado etíope. Con un poco de suerte, finalmente, resultó ser poca cosa.
Tenía pensado llegar en un día, en 14 horas plus minusve, a Lalibela, pero aquí en Etiopía los buses locales son los buses locales. Salgo a las cinco de la matinada y llego a las 13 a Woldia. Ya he perdido el enlace. Sí o sí. No hay buses y por contratar un mini-bus me quieren sangrar cual gorrino. Day off en Woldia. Viendo la vida pasar, haciendo ejercicios de autógnosis, como tantas y tantas veces por aquí...

Lalibela, la tan esperada Lalibela (ahora mi oído se ha acostumbrado a este nombre pero al principio me sonaba raro, rollo “Lalibélula”, ¿os pasa los mismo?). La espera sin duda valió la pena. Excepcional enclave y mirífica arquitectura. Aquí se encuentran unas increíbles iglesias excavadas en la roca. Sí, sí, íntegramente excavadas en la roca. Es algo re-loco como diría un argentino. Unas montañas de piedra volcánica y venga a cavar. Si ya cuenta hacer una regata en una pared de gero, y el que las haya hecho ya sabe lo que es, no imagino la ingrata tarea de perforar la roca limpia. Las iglesias, once en total, no son pequeñas, hay auténticos mastodontes. Datan del siglo XII y XIII. Construidas bajo el reinado de Lalibela que volvió de Jerusalén después de un exilio obligado por culpa de su medio hermano... Se calcula que tardaron alrededor de 30 años unas 40.000 personas. Las teorías locales son algo menos exactas ya que cuentan que por las noches bajaban los ángeles para ayudar en la tarea. Creo que bajaban con maceta y escarpa con diamantinas puntas...
Sin duda, de todo el circuito histórico, la parte más interesante (arquitectónica y visualmente hablando). Además el pueblo y las montañas se mantienen bastante vírgenes. Sales tres minutos del punto central y ya estás en medio de las chabolas de paja y tierra etíopes.




Continuo en la parte alta de la rueda de la fortuna y de nuevo hubo harta interrelación con l@s locales. Conocí a las “Abate-sisters”, y a su prima Martha, tres hermanas muy, muy pías que estaban celebrando la Semana Santa, el “Eastern”, en el pueblo. Viven en Woldia pero tienen un cuartito de chamizo en Lalibela. Y qué mejor que pasar estas fiestas en un lugar tan sagrado que con un grupo de religiosas. Vaya par de días tan interesantes pasé. Me invitaron a todas las celebraciones religiosas e, incluso, fuimos de "peregrinanción" a unas iglesias de los pueblos de alrededor. Acabé siendo bendecido por un cura que escupía agua bendita a mi cara de manera compulsiva. Es todo un espectáculo verte en medio de áfrica, en una iglesia pequeñita, y siendo objeto de un ritual de purificación cristiano que data de inveterados tiempos. ALUCINANTE.

 



 

Esto es real: es una foto de una foto mientras soy bedencido  por el cura de un pueblo ignoto de Etiopía...



Hoy se acaba el fasting, por fin, y ya se puede empezar a comer carne. A partir de ahora el plato estrella es el “tibss”. Injera con carne troceada, chile y el picante local: berberre.
Coincidió mi visita a las iglesias con el mercado local. En un palabra y una vocal: impresionant-eeeeeeeeeeeeeeeeeeeee. Los mercados etíopes te transportan a un mundo antiguo de inveteradas costumbres. Aparecen gentes de lugares alejados para vender sus productos, a veces poco más que un quilo de cereal o un puñado de sal, y se crea una marabunta humana extraordinaria. Este día de mercado es especial porque al terminar el fasting todo el mundo compra una cabra para sacrificarla y papeársela al día siguiente. Fui invitado a toda esta liturgia por las hermanas Abate. !!!O fortuna gracias por tantas dádivas!!!!

Definitivamente Lalibela es un lugar a conocer, el culmen del circuito norte. Sin ninguna duda. El que tenga un ratito que se pase por aquí.

To be continued.

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