jueves, 20 de octubre de 2011

LA PASIÓN TURCA (Movida en el prostíbulo)

Junio de 2009. Junto una semana libre en el curro y salgo volando para Estambul. También conocida como Constantinopla o Bizancio, según la época histórica.
Es un viaje relámpago sin más pretensiones que conocer algo la arquitectura de la urbe  y degustar alguna delicia gatronómica. Una semana no da para más, ni para menos.
Me alojo en el barrio de Sultanahmet, en el albergue de un amigo de Paul, el polaco con el que viajé por el norte de Ethiopia en abril de ese mismo año.
Después de deambular por la city durante todo el día por las noches parto, en tranvía la mayor de las veces, hacía Istiklal Tadessi, la principal calle del centro. Allí puedes escuchar música en directo y beber cerveza y raki, típico licor local, hasta hartarte.

En una de estas noches al llegar a la parada del tranvía me encuentro con una especie de “concierto-performance” que había montado una delegación moldava. Cantes y bailes típicos de aquella fría región. Me paro a ver el espectáculo un rato y lo hago justo al lado de un tipo (y esto tiene especial importancia en esta historia que relato) con el que en breve entablo conversación. Yo soy el que se dirige a él, y no a la inversa.
Charlamos, tiene un inglés fluido, mucho más que el mío, y vamos caminando por el barrio sin dirección alguna. Como la conversación fluye benne y el chaval parece un buen tipo surge el asunto de irnos a echar unas cañas a Istiklal, a ver que se respira por allí. De nuevo la idea surgió de mí... Hasta aquí todo normal.
Propongo ir en tranvía y él asegura que es mejor en taxi, que llegamos antes y tal y tal. A medias sale poca guita, no hay problema. Ok.  Mientras tanto hablamos de sus negocios y mi curro, de mujeres, de fútbol (el idioma universal) etc etc.

Llegamos a Istiklal, una impresionante avenida de varios kilómetros de longitud en la que una marabunta de gente deambula arriba y abajo en movimiento perpetuo. Problablemente una de las calles con más vida del mundo.  Las tiendas abiertas a las doce la noche. Todo un espectáculo.

Por las calles de alrededor centenares de bares de copas, pubs, discos. Vamos haciendo ronda,  en unos pedimos cerveza y en otros raki. Así hasta las tres y media ante meridian, plus minusve. Todo "mu sano", cómo diría algún campesino del eje cafetero colombiano, incluso interaccionando con varios grupos de mujeres. Poco de lo que sospechar, nada de hecho.
En uno de esos múltiples cambios de bares que realizamos, el tipo (que era kurdo me remarcaba constantemente) se mete de sopetón, escaleras abajo, en otro garito. El enésimo de la nuit. Bajo y aquella entrada ya me parecía más sospechosa que la relación de Batman y Robin, que de amigos tenían muy poco. Entramos. Instantáneamente saltan las alarmas, capto que es un lupanar, no es muy difícil: luces rojas, pista de baile vacía y varias mesas con chicas del este de europa mirando con los ojos como platos. Todo el cliché junto y seguidito.
Lo paro y le digo que paso de prostíbulos que vayamos a otro bar que aquí no tenemos nada que hacer. El tipo me empieza a decir que no pasa nada, que será sólo un momento, que le acompañe un ratico por favor, que el paga todo lo que se consuma etc etc. Le digo que no soy putero, que paso, y él se pone pesado, pero de buenrollo como durante toooooooodas las horas que habiamos pasado juntos. Me dice que le acompañe, que sólo no está a gusto, que nos bebemos una birra, que paga él, y nos vamos. Dada la situación, decido entrar remarcándole bien lo que hay: que no pago nada y que no me voy a ir con ninguna piba, que le hago el aguante (como se lo hubiera hecho a cualquier otro) un ratito y me las piro como un vampiro. Total, que entramos y nos vamos a una mesa del fondo. Nos sentamos y ya teniamos dos mujeres a nuestro lado. Lo primero que le digo a la chica: he venido a acompañar a mi amigo, mejor que busques otro cliente por que no voy a hacer nada, ni siquiera llevo dinero, le miento. Ella me dice que tranquilo que no pasa nada, que no tiene mucha faena ahora y que podemos hablar... Me giro y el menda ya estaba liándose con la otra, dándolo todo. Sigo hablando de puta madre con la chica y me acaba contando su vida, con el mismo triste sino que la mayoría de prostitutas del mundo (para que luego venga el iluminati de turno a decirte que la prostitución es buena y que muchas lo hacen por que quieren... he conocido cientos de ellas por todo el mundo y aún estoy por encontrar a la que me diga que lo hace por gusto. La que haya será la excepción a la regla). El caso de esta chica era típico: rumana, 25 años, imposible prosperar en su país y que acababa de recalar en Istambul como prostituta, pero deseando escapar de ella en cuanto pudiera...
Durante este lapso habiamos pedido un par de birras. DOS. Y luego me dijo si quería algo más. Le dije que me iba a pirar que ya había cumplido lo que le había prometido. Me dice: un raki más y nos piramos, tranquilo que lo pago todo yo. Ok, respondo. Llega el camarero y nos pone dos rakis, y a la vez llega otro con un tablero lleno de paquetes de tabaco que les ofrece también a las chicas. Me mira a mí, yo le digo que nada de nada, que el que paga es el otro. Mira al otro y le dice si le regala cigarros a las chicas. Ya está, se acabó. Ya había tenido la mosca detrás de la oreja todo el rato, pero a partir de ahí tomé conciencia que me había metido en un "fregao". Sabía que iba a tener problemas cuando viniera la cuenta, pero en esa época iba bien de guita, estaba a punto de recibir un pastizal en muy breve lapso de tiempo, y uno tiene que asumir los riesgos que corre. Me di cuenta que la había cagado y estaba dispuesto incluso a asumir parte de esa "cagada"... Le digo que me piro que ya he tenido bastante. Me sigue calentando para que nos quedemos. Quédate si quieres, yo marcho. Ve mi determinación y lo tiene claro, ya me había cambiado la cara. Pide la cuenta... Viene el camarero y me la ofrece a mi, sin verla, le digo que el que paga es el otro. Se la pasa y la empieza a mirar (a todo esto no hay que perder de vista donde sucede la acción: a las 3 am en una oscura mesa de una esquina de un prostíbulo de una calle de un barrio de una ciudad llámada Estambul...) Poca luz. El tipo se rasca la cabeza. Me mira. Le miro. Me pasa la cuenta. La miro. Le miro. La vuelvo a mirar. Le vuelvo a mirar. La miro de nuevo y le vuelvo a mirar. 1800 liras turcas. !!!!!!!900 euros!!!!!!!  Había asumido, por qué sé de mucha gente que le había pasado eso, que me tocara pagar 50 ó 60 ó 70 euros por un par de birras y un par de rakis, pero 900 euros. ¿¿¿¿Estamos locos o qué???? El Kurdo me dice que la pague yo. Aquí toda la situación, como os podéis imaginar, se ha tornado tensa y ha pasado de castaño a oscuro. Me dice que no la puede pagar, que es mucho, que-no-sé-qué-no-sé-qué-cuántos. Obviamente la cuenta no era de 900 euros, pero en el papel que me entregaron estaban justificados esos euros con una letra ininteligible. Está claro que discutir el por qué de la cuenta, en esa situación, no tenía ningún sentido. Estaba en medio de una estafa, pero no a plena luz del día en una calle concurrida, sino en un oscuro prostíbulo, bajo tierra, a las 3am y yo más solo que la una. La situación era más peligrosa que una resaca de Chuck Norris. Al girarme la piba había desaparecido, ahora quedábamos en la mesa el Kurdo y el menda. Le repito lo que habiamos hablado al entrar: que ÉL pagaba todo. Nen, ya te avisé, yo no pago nada. Situación tensa, empieza a gesticular y a subir la voz que si patatín que si patatán. Que no pago nada, que están flipando con 900 euros... Como los dos empezábamos a dar la nota y habían llegado nuevos clientes, extranjeros, al local aparecieron otro camarero más y el "gerente", proxeneta,  del garito. El proxe era el típico tío que te imaginas que regenta un puticlub, con un cuello para siete cabezas y la cara del toro que mató a Manolete, Islero. ¿Qué pasa?, dice. Que no quieren pagar, contesta el camarero. Me mira, le miro y le digo que no pienso pagar un dirham, que me he bebido una birra, un raki y que no le he puesto ni un dedo encima a la chica y que 900 pavos imposible. Como estábamos dando la nota y los otros clientes empezaban a mirar, el tipo nos dice que vayamos a la entrada que lo tenemos que hablar.

Caminando hacia la entrada pensé en escapar pateando, lo que podía ser la opción más digna viéndome involucrado en aquella estafa. Pero tuve mala suerte. Había dos puertas de salida, exactamente iguales. Una conducía al lavabo, y la otra directamente a la salida. Si salía pateando y pillaba la salida el portero de arriba lo tenía claro para pararme, por que con mis 90 kilos y los nervios que llevaba no me paraba ni el Tato, además que era una calle muy transitada. Por contra, si me equivocaba de puerta y pillaba la del baño lo tenía clarinete. Los dos camareros, el Kurdo, el Proxe y el Portero me iban a  meter la del pulpo, la del atún y me iba a llevar mas hostias que un domingo en el Vaticano. No tenía ganas de aparecer flotando en el Bósforo. No me arriesgué.

Seguimos discutiendo. El Kurdo a un lado, el Proxe en medio, y yo al otro. El Kurdo me empieza a pegar patadas en las espinilla diciendo que pague, que pague, que pague, que soy un hijo puta que no sé qué. Le pegó un empujón y lo tiró hacia la pared, éste era la mitad que yo, y el Proxeneta el doble. El Proxe pone paz. Me dice que pague la mitad, 450 euros. Le respondo que no pienso pagar 450 pavos por una birra y un raki y por no tocar un pelo a la chica. Ni uno. Le digo que si el Kurdo me ha tomado el pelo y la ha cagado que aprenda a seleccionar, que no puede ser que traiga a un tipo a las tres de la matina a un puti, le siente un pibón de 25 años al lado y ni la toque, que es un capullo. Había decidido aguantar la presión hasta que viera que se me iba de las manos, si me caneaban o me pegaban un clecón hubiera cambiado la cosa. Pero nunca se me fue del todo y el Proxe se veía caminar "entre dos aguas", como Paco de Lucía,  y en ningún momento utilizó la violencia. Obviamente, él tenía la sartén por el mango y sabía lo que había. Le digo que no tengo dinero parar pagar, que si quiere me pego toda la noche currando por la cara, o que llame a la policía.  De golpe, me dice: ¿how much money do you have? (su inglés era peor que el mío, si cabe).  Eighty liras, unos 40 euros. Era todo lo que llevaba encima, y con eso hubiera cubierto mi birra, mi raki y mi no-tocada a la chica. ¿Do you have credit card?. No, la tengo en el hostel, respondí (mentira, siempre llevo una encima aunque escondida) Entonces le saco mi cartera, una cartera guarrísima como siempre suelo llevar, y le enseño la pasta. La coge. La sostiene en la mano, por unos segundos. A todo esto pensaba que igual me acompañarían al hostel a sacar dinero o algo, y que ahí tendría mi chance para huir. Así pensaba yo que iban a sucederse los acontecimientos... para nada. De golpe el hombre con siete cuellos, me devuelve el cash y me dice: go, go!!!!, señalando una de las puertas. Le miro cariacontecido. What?. Go!!!. Le pregunto si está todo claro, si me va a dejar marcharme así. Me dice que sí, que se queda a hablar con el otro. El rostro del Kurdo refulgía de odio...
Escaleras arriba salgo liberado como Brad Davis en "El expreso de medianoche", la excelente película de Alan Parker. Casi podía oir la música de Moroder mientras subía las escaleras, como cuando el prota escapa del talego matando al alcaide sodomita y sale a la calle con la cúpula de Santa Sofía al fondo... Salí, saludé al portero y creo que cuando giré la esquina batí el record  en recorrer a pie Istiklal Tadessi, la calle más conocida de Istambul.

Las conclusiones que saqué de esta historia son varias, por que aunque la estafa es "arquetípica" el cómo llegué allí no lo fue. Imagino que al Kurdo, después de varias horas de estufa, se le quemaron los cables e intentó ganarse unas perrillas a cuenta mía. No pienso que lo tuviera planeado desde el principio ya que durante la noche hubo un par de acercamientos a féminas que casi acabaron bien. Probablamente en un pais no musulman, hubiéramos acabado teniendo algún lío... En algún momento, al pasar por delante de algún puti se le debió encender la chispa... No sé, la estafa es típica pero todo el proceso no...

Sobre el cambio de opinión del Proxeneta la tengo claro: se ralló con el Kurdo por ser un gil y llevarle a un tipo que ni siquiera había tocado a la chica. Estoy seguro que si  la hubiera tocado el Proxeneta hubiera sido bastante, mucho, harto  más violento y muy probablemente me hubieran roto el ojete, económica o físicamente.


Au revoir!!!






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